Dijo David al filisteo: Tú vienes a mi con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré [...] y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 1° Samuel 17:45-47.
Toda la vida del cristiano es una vida que aunque consciente de la realidad visible, de los condicionamientos físicos, de formación psicológica, o de las situaciones dramáticas y muchas veces extremas a las que estamos sometidos los hombres; confía en una realidad superior e invisible: Dios, su poder, su bondad y su intervención en favor de sus hijos de la tierra.
Seguramente, tú también tienes gigantes que enfrentar en tu vida, que pueden amedrentarte, debido a tus pocas fuerzas y capacidades, y que parecen burlarse de ti, amenazando con destruirte. Quizás estés pasando por un grave problema económico o laboral, o en tu relación de pareja, o con tus padres. Tal vez una enfermedad terrible amenaza tu vida o la de alguno de tus seres queridos. Tal vez te parece imposible aprobar esa materia del colegio o de la facultad. Quizás tienes conflictos o traumas psicológicos, que te hunden en la ansiedad, la depresión o la angustia, y te parece imposible liberarte de ellos. O a lo mejor hay algunos pecados o algunos defectos de carácter que te cuesta vencer. No importa qué gigante te amenace, tu Dios es más grande que tu problema. Si bien, como David, no debes quedarte de brazos cruzados creyendo que Dios hará todo por ti sin tu participación, sino que saldrás a la batalla como lo hizo él; toma en tus manos lo poco o nada que tengas: tu mente, tu corazón, tu inteligencia, tus pequeños o grandes talentos, tu voluntad (la que tengas, poca o mucha); en el nombre de Dios, confiando en su poder, su sabiduría y su amor, enfrenta tus miedos, lo que amenace tu vida y véncelos en el todopoderoso nombre de Jesús.
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