domingo, 17 de mayo de 2015

Los alcances de la misericordia de Dios. 17/Mayo/2015 [El tesoro escondido]

Mas luego que fue pues en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padre. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración, y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios. 2 Crónicas 33:12, 13.


Manasés fue uno de los más terribles reyes de Judá, por su idolatría, su perversión, su sadismo y su compromiso con el ocultismo de sus días. Sin embargo, luego de una vida de disipación, maldad y perversidad (incluso llegó a pasar a sus hijos por fuego), Dios permite, a través de la invasión babilónica que termina en su cautiverio, que ahora experimente la dureza del sufrimiento. En la soledad y el dolor, Manasés medita en todo lo que hizo y en sus consecuencias y en la bondad y misericordia del Dios al que afrentó, despreció y rechazó tozudamente. Entonces, nos dice el pasaje de reflexión para hoy que "luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres".
Claro (podríamos pensar nosotros), es muy fácil solucionarlo todo con una oración, luego de décadas de apostasía, violencia y maldad. Dudamos del arrepentimiento de Manasés, pues creemos que es un acto de conveniencia, por causa del dolor.
Sin embargo, el Dios misericordioso no toma en cuenta nuestras sospechas, y "oyó su oración, y lo restauró a Jerusalén, a su reino".
¿Oír la oración de este perverso rey, entregado a la voluntad diabólica, y responsable por la apostasía y perdición de su pueblo; y además obstinado en el mal, como lo demostró al no escuchar a los profetas de Dios que trataron de impedir su destrucción? Sí, aún a gente como Manasés escucha Dios, la perdona y lo notable es que no solo oyó su oración, sino también lo restauró a Jerusalén, y aún a su posición como gobernante supremo del pueblo de Judá.
Hoy no importa en qué condiciones estés; qué terribles pecados hayas cometido o que aun en este mismo instante estés esclavizando tu vida. Si te vuelves en oración a Dios, como Manasés, arrepentido y humillado delante de tu Dios, no importa la gravedad de tus pecados, hay perdón para ti; hay aceptación, limpieza, restauración y salvación.

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