martes, 2 de junio de 2015

Nacido en un establo. 02/Junio/2015 [El tesoro escondido]

Dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7.

Jesús eligió formar parte de la familia humana haciéndose hombre y viviendo como hombre con todo lo que eso implica, excepto el experimentar el pecado (lee Hebreos 4:15; 7:26; 1 Pedro 1:19), a tal punto que pudo declarar luego de una vida de prueba siempre asediado por la tentación: "¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?" (Juan 8:46), y "viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mi" (Juan 14:30).
Ese pobre establo y ese austero pesebre no son sino símbolos y anticipaciones de la humildad, la abnegación y la sencillez que caracterizaban su corazón divino antes de la encarnación, exento de egoísmo y de orgullo; y de la vida simple, natural, mansa y modesta que tendría desde ese pobre nacimiento hasta que diera su vida en la cruz, por amor a todos nosotros, a la corta edad de 33 años.
Ese establo y ese pesebre también nos dicen, de alguna manera, que aunque Jesús no pertenece a este mundo; ha deseado simpatizar con nuestra humanidad, con nuestra existencia terrenal.  Representan la profunda identificación con Jesús con el ser humano, su simpatía y con-sustanciación con todo lo realmente humano. Es la expresión máxima de la dignificación del hombre por parte de Dios. Cristo no asumió la humanidad con el propósito de venir a cumplir su misión expiatoria en la cruz para luego abandonar su naturaleza humana y volver a ostentar únicamente su plena divinidad. El plan de redención contempla la eterna asunción de la naturaleza humana por parte de Cristo y por ello, su eterna identificación con nosotros; su empatía con lo que amamos, con nuestras más nobles aspiraciones y sentimientos, con lo que significa e implica la experiencia de ser humano. Por eso San Pablo puede decir que él "no se avergüenza de llamarlos hermanos" (Hebreos 2:11).
¡Qué maravilloso Salvador! Tan superior a nosotros en pureza, carácter, sabiduría y amor; y sin embargo tan cercano a nosotros que no se avergüenza de sentirse hermanado en nuestras luchas y dolores, así como en nuestro sueños, aspiraciones y auténtica búsqueda de la felicidad.

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